24 ago 2014

Virgil, de Paula Brunstein

Taller de escritura literaria

Título: Virgil
Escritora: Paula Brunstein
Instituto: Cristo Rey, Caseros.

Cansada de tanto caminar por avenida Corrientes, la flaca Virgil decidió pasar por esa librería excepcional en donde siempre consigue volúmenes imposibles de encontrar en Buenos Aires.
Decidió llevarse “The shining” de Sthepen King, a pesar de haberlo leído ya unas siete veces  media, pero ésta era una edición especial, con más capítulos de los que conocía.
Sin dar vueltas se dirigió con el ejemplar hasta el mostrador, y observó que del cuello del empleado colgaba un hermoso cáliz dorado.
“¡Como el de Harry Potter!” pensó. También pensó en preguntarle dónde lo había conseguido tal genialidad pero no lo hizo.
A la madrugada, daba vueltas en su cama, no dejaba de pensar en el cáliz. Quería conseguirlo, robárselo a aquel chico, que fuera suyo.
“Mañana es mío” concluyó y al fin pudo dormirse.
A eso de las diez de la mañana, el empleado, Gus, vio entrar a una chica flaquísima de dos metros de alto a la librería. La recordaba, imposible olvidarla siendo tan particular, y además acudía a menudo al local. Tenía los ojos como desorbitados y se acercaba a paso firme hacia donde él estaba.
Cuando estuvieron frente a frente, la flaca, sin decir una palabra le agarró al joven la cara entre las manos y lo besó.
Gus se dejó llevar y de un momento a oro ella ya no estaba. Confundido, notó que su caliz ya no colgaba de su cuello.
Reliquia familiar, aquel cáliz, había pasado de generación en generación y ahora la flaca se lo robaba. Inmediatamente decidió encontrarla, cueste lo que cueste.
Durante meses y meses Gus la buscó en cada esquina, calle o bar, pero misteriosamente la flaca había desaparecido.





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